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Desde que asumimos el gran reto que se nos venía encima, estaba la siguiente frase en mi cabeza: “con dos cervezas de más no se pueden tomas decisiones”. No sabía dónde nos metíamos, pero bueno, lo intentaremos. Entrenaremos, iremos a correr a medio día… muchas propuestas en la cabeza para llegar al día D de la mejor forma física posible.
El día se aproximaba, menos preparado de lo que me hubiera gustado, primera marcha de mi vida, primer dorsal y 100km en el horizonte. Pero con un gran equipo a mi lado, gente experimentada, fuerte y positiva, (recalco positiva), “nos tenemos que querer mucho” decían…
Llega el momento de salir, 120 equipos unidos por una sola causa. Hasta ese momento no asimilé el gran significado que la Trailwalker lleva consigo detrás. Solidaridad, apoyo a los más necesitados, todos unidos para aportar nuestro granito de arena. En nuestro equipo teníamos la misma misión, ayudar al más necesitado en los momentos difíciles. En este caso fui yo. Una lesión no me permitió terminar, pero no hubo momento en que me sintiera solo, estaba arropado por todos los miembros del equipo, por la gente que nos íbamos cruzando kilómetro a kilómetro y por la gente que nos seguía desde casa. No había persona que no te diera ánimos. Igual que los montes que atravesamos, fue todo muy bonito, exceptuando los dolores que iban apareciendo.
Es una prueba muy dura, más de lo que uno se piensa, pero como tanto nos recordaban nuestros amigos de Oxfam Intermón Trailwalker: “Imposible es sólo lo que no intentamos”.
¿Volver a repetir? Por supuesto, y más teniendo la espinita de no poder terminar. Pero… NO SIN MI EQUIPO.