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Si tuviese que resumir en una palabra la experiencia personal que me ha aportado correr la Trailwalker, sería satisfacción. Satisfacción por aquel día que nos dio la locura de apuntarnos a este reto, satisfacción por todas esas iniciativas que ideamos para recaudar el dinero, satisfacción por compartir esos 100km y los muchos más de antes para conseguir este éxito con personas 10. Satisfacción por haber cruzado la meta, pero sobre todo, satisfacción por saber que nuestros kms, van a cambiar muchas vidas.
Esa ha sido nuestra principal motivación, ser conscientes de que por un «pequeño» esfuerzo, íbamos a conseguir que los más necesitados, mejoren su calidad de vida y puedan tener un acceso digno a una necesidad tan básica como es el agua.
Nuestras alas han impulsado cada kilómetro con un inmejorable equipo de logística que asumieron el papel más importante de todo este reto. Un reto que desde un principio nos pareció muy ambicioso pero que hasta en los kilómetros más duros, no consiguió que nos vinieramos abajo.
En este tipo de situaciones, uno mismo se sorprende de lo que es capaz de hacer. De cuando el cuerpo te está diciendo basta, sacas la fuerza de donde aparentemente ya no existe y haces un duro trabajo mental para convencerte de que solo queda un poco más, y en resumen, te das cuenta de que es un claro ejemplo de lo que vives día a día. Que las dificultades y las barreras con las que nos encontramos en nuestra vida, solo se rebasan si sigues caminando, hacia adelante, y las metas solo las consiguen aquellos que luchan y las persiguen con pasión hasta lograrlas. Los límites se los marca uno mismo, y una vez llegas a ellos, tienes que ser capaz de destrozarlos.
Y a seguir sumando 🙂